miércoles, 30 de abril de 2014

Capítulo uno: Primer suceso.


Se encaminaba risueña hacia la fuente del pueblo. Su sonrisa cuadriculada podía combinarse con los rayos del Sol. Su figura se movía sinuosa a paso de gacela, recorriendo con la mirada toda calle o comercio a su alrededor. Su vestido de seda se ondeaba al compás de la brisa que acariciaba con delicadeza sus pliegues. Su máxima del día era presumir de su poder adquisitivo, demostrar que ella no pertenecía a aquel mundo y, con suerte, ser encontrada por algún urbanita que la sacara de aquella jaula rural que la mantenía atormentada.
Se sentó sobre el borde de la fuente, tapando la cenefa escarpada en la piedra que representaba el símbolo de la antigua familia más rica de la villa. La luz reflectada por el tono blanquecino de sus ropas, aterrizaba sobre las efímeras gotas de agua que se atropellaban unas a otras, iluminando la pálida piel de Lucrecia.
La observé desde la ventana del hospital. Me estaba recuperando de una operación de páncreas pero eso no me impedía seguir investigando las inquietudes del pueblo en busca de una noticia que añadir a mi columna en el periódico municipal. 
Suspiraba resignada e intentaba disimularlo con torpes y suaves estornudos que finalizaban con una sonrisa orgullosa. Algo llamó su atención. De repente se giró sorprendida y contempló unos camiones pasar. Se miró las manos, cerró los puños y sonrió entusiasmada. A continuación salió corriendo tras los vehículos con una agilidad llena de motivación para desaparecer entre los edificios...

                                                             *           *          *

Al final del día, mi madre vino a visitarme. Me dio un abrazo y escondió en el cajón de la mesilla un trozo de tarta casera. 
-¿Cómo te encuentras, corazón?- su voz relevaba cansancio después de una dura jornada de trabajo. 
-Mucho mejor, se nota que han pasado unos días.
-Me alegro. He podido escaparme. La señora Pedroches está durmiendo por el momento, aunque no tardará en despertarse y reclamarme. 
-Lo entiendo, gracias por venir. - cerré los ojos y sonreí.
-De nada, bebé. -hizo una pausa inesperada.- A propósito, aprovechando que tanto a ti como a la señora Pedroches os dan el alta mañana, me han destinado junto con el Doctor Marquet a Guinod. Al parecer ha habido un brote de gripe y necesitan ayuda en el hospital. 
-Oh...-supiré.-¿Y por qué al doctor Marquet? -esbozó una sonrisa de colegiala y se encogió de hombros. A continuación salió de la habitación entre bailoteos. Miré hacia la ventana, el crepúsculo teñía de naranja y púrpura las paredes de mi morada, haciéndome caer en un sueño profundo. 

Una voz cálida me despertó.
-Hora del desayuno, Alma. Hoy te he traído manzana, zumo de naranja y como regalo de tu último día aquí... ¡Un bollito de crema! - Abrí los ojos y vi frente a mí a una enfermera de avanzada edad con una sonrisa tierna sujetando una bandeja con comida apetecible.
-Gracias.- me incorporé y alargué el brazo. Coloqué la bandeja sobre mis piernas. La mujer se fue y comencé a desayunar mirando por la ventana. La señora Midori, la panadera, había salido a tomar el aire por lo que debía ser bastante tarde. Comí con recelo y comencé a recoger mis cosas. Me vestí, tiré la tarta a la basura y guardé el tupper. Tras comprobar varias veces que no me olvidaba nada, salí de la habitación despidiéndome de todos los enfermeros (incluida mi madre) y me encaminé hacia casa. 
Al llegar, todo se encontraba tal y como lo había dejado al irme, salvo por una ligera capa de polvo que cubría mi habitación. Me senté sobre la cama y suspiré. Miré las cartas de ánimo que había recibido de mis compañeros de clase y después las dejé sobre las sábanas. Alguien llamó a la puerta. Me dirigí hacia ella lentamente y abrí.
-Buenos días, Alma, ¿está Lucrecia?- una mujer rubia y arreglada, con el rostro amable, me miraba con ternura. 
-No, ¿por qué?- le miré a los ojos fijamente.
-Verás...Anoche no volvió a casa y unas vecinas me comentaron que la vieron andar en esta dirección y pensé que podía estar en tu casa.-su rostro se volvió un tanto amargo.
-Lo siento señora Cólibrie, pero Lucrecia no se encuentra aquí.
-Vaya...-sus ojos se entristecieron- Bueno, muchas gracias, seguiré buscando. - dio media vuelta y comenzó a andar. 
-Si me entero de algo se lo haré saber.

Esperé a que la madre de Lucrecia desapareciera al final de la carretera para después salir y caminar en dirección contraria. Estuviese donde estuviese la desaparecida, sería una gran noticia para el periódico. En el fondo me dio pena, era una chica simpática, no obstante necesitaba una noticia pronto o me despedirían. 
El final del pueblo se daba a unos cuantos metros de mi casa por lo que continué caminando por la carretera sin un rumbo fijo. Tras varios minutos a paso lento alcancé a ver un trozo de seda blanca enredado en la corteza de un árbol. Me acerqué cuidadosamente y lo inspeccioné. ¡Pertenecía al vestido de Lucrecia! Busqué por los alrededores cualquier pista que me llevara hacia ella. Me introduje en el bosque cercano al lugar en el que había encontrado la tela y a lo lejos pude advertir una de las sandalias que llevaba Lucrecia el día anterior. Comencé a asustarme, pero el temor me excitaba, iba a conseguir una noticia increíble. Corrí a por el zapato de piel que yacía incomprendido en el suelo. A medida que me adentraba en aquella atmósfera, el paisaje se iba volviendo más tenebroso. Los árboles, con sus forzadas hendiduras, se asemejaban a rostros que parecían mirarme con frivolidad. El aire era frío y de vez en cuando se escuchaban chasquidos de ramas resquebrajándose. El hecho de que fuese de día me tranquilizaba. 
Continué andando hacia no se dónde, pendiente de cada tronco, de cada hoja y cada arbusto que se cruzaba en mi camino. De pronto llegué a una colina que al descender, finalizaba en unos grandes arbustos, los cuales suponían el límite entre la flora salvaje y una finca de gran extensión. Si levantabas la vista al frente, encontrabas a lo lejos una mansión bastante ostentosa. Me quedé atónita por unos instantes, paralizada ante la majestuosidad e intimidación que transmitía el caserón. Recordé el motivo por el que me encontraba allí y anonadada busqué a Lucrecia. Rodeé la finca, siempre permaneciendo detrás de los arbustos. De repente advertí un brazo pálido tendido sobre la hierba que parecía provenir de los arbustos. Corrí hacia allí y al llegar descubrí el cuerpo de Lucrecia lleno de arañazos, con el vestido desgarrado y tan solo una sandalia.
Traté de despertarla, la zarandeé y pareció surtir efecto. Abrió los ojos muy lentamente, desorientada.
-¿Alma?
-¡Lucrecia! ¿Qué haces aquí? ¿Qué te ha pasado?- la ayudé a incorporarse y observé como se desperezaba. Cuando hubo recobrado la conciencia me miró y sonrió.
-¿Dónde estamos?-miró a su alrededor- ¡Ah, sí, ya lo recuerdo! Llegué aquí tras seguir la pista de los camiones de mudanza que llegaron de la ciudad, me asusté, tuve que correr un poco y... No me acuerdo de más, supongo que me quedé dormida.
-¡¿Y lo dices tan tranquilamente?!
-Bueno, no me ha pasado nada, ¿no? Podemos estar tranquilas.- se levantó y se sacudió el vestido.- Vaya...Qué pena de vestido, era bonito. 
-Vámonos, tu madre está preocupada. - tiré de su brazo hacia el bosque pero ella hizo fuerza y apenas pude arrastrarla dos pasos. 
-Quiero...volver.-suspiró.
Comenzó a caminar, adelantándome, mientras yo observaba como se cerraban las cortinas de una de las ventanas de la mansión.

5 comentarios:

  1. Me gustan mucho las descripciones, la narración es muy bonita. ¿Qué le habrá pasado a Alma? Sigo el blog, me ha gustado mucho así que volveré para continuar la lectura :D ¡Besos!

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    1. Me alegro de que te haya gustado, de verdad.
      Espero ansiosa tu regreso.
      Un beso.

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  2. ¡Hola!
    Soy del blog de viilibros, en el que te apuntaste a una iniciativa que se llama quiero leer tus historias, y te voy a añdir, pero no sé el nombre de tu historia. Uno en concreto. ¿Podrías decírmelo?
    Un beso!!

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    1. he puesto por ahora que se llama nunca me conocerás.

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    2. Hola, guapa:
      ¡Estoy muy ilusionada de que me incluyas! De momento no tiene título, ya que planeo darle el nombre una vez la haya finalizado. Eso que has elegido está bien.
      Muchas gracias por añadirme.
      Un beso :D

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