viernes, 4 de julio de 2014

Capítulo diez: décimo peligro.

-Te gusta merodear por los alrededores de mi casa por lo que veo.- me miró fijamente desde la posición en la que se encontraba sentado. Su traje gris hacía juego con su cabello.
-No. Es solo que desde aquí se ven muy bien las estrellas...-aparté la mirada por un segundo.
-Ya me había dado cuenta...-clavó sus ojos en el cielo nocturno y después los cerró para aprovechar un soplo de brisa que decidió pasar por allí en aquel momento. Con cuidado recogí mis cosas. - ¿Te vas? - dijo sin abrir los ojos.
-Sí, se ha hecho tarde para mí.
-Ten cuidado, he oído que han asesinado a varias muchachas por las afueras del pueblo. - sonrió maliciosamente, yo respiré hondo al oír aquello.
-Sí, pero no creas que soy presa fácil.-dudé de si había dicho lo correcto. Quizá él fuera el asesino y yo acababa de ofrecerle un reto tentador. Él rió.
-Depende de para qué depredador...-penetró mis ojos con los suyos y yo sentí un escalofrío. Él sonrió.- Perdona, no pretendía asustarte.
-No me has asustado, es que tengo un poco de frío.- tras haber guardado todas mis cosas me levanté del césped y pasé a su lado. Él se levantó y fue detrás mía.
-Me encargaré de que no te pase nada.- miró alrededor dubitativo y se aproximó a mí. Caminaba de una manera grácil como si apenas tuviera que mover sus músculos y fuera el viento quien le trasladaba a cualquier lugar.
-Se cuidar bien de mí misma, gracias. - agravé mi paso, pendiente del entorno y de él.
-Solo pretendo ser cordial, tranquila, que no muerdo...-apoyó su mano sobre mi hombro.-...aún.
-¡Para!- me deshice de su mano y me di media vuelta.- No me acompañes, no quiero que me sigas, puedes irte. Vete.- sonrió.
-Eres cabezota... Vale, pues continúa tú sola.- su sonrisa macabra erizó el vello de mi piel. Se despidió con una mirada inquisitiva y caminó en dirección contraria hasta desaparecer entre el boscaje.
Quieta, entre aquellos oscuros y tenebrosos árboles, con una congelada brisa en la cara y la piernas flaqueándome, sollocé. Continué mi camino hacia donde creía que era mi casa, sin embargo tras llevar un rato caminando llegué de nuevo a los arbustos en los que me habían encontrado con aquel chico. Mierda. Di media vuelta observando todo detalle posible, intentando evitar la posibilidad de volver a encontrarme con él. Tardé una hora en encontrar el camino de vuelta pero, gracias al cielo, logré llegar sin ser atacada por nada ni nadie. Abrí la puerta de mi casa y me dirigí a mi habitación. Al entrar escuché un gruñido. La sangre comenzó a fluir violentamente a través de mis venas. Intenté mantener la compostura, no obstante, el cosquilleo que sentía en la piel mientras esta se erizaba imposibilitaba mi intento. Noté una exhalación congelada en mi nuca y al compás de un fuerte escalofrío me giré con la intención de dar un puñetazo. Como era de esperar, golpeé el aire y entonces algo se abalanzó sobre mí tirándome al suelo. Entonces lo vi. Vi sus ojos inyectados en sangre, su iris carmesí y su pupila tan clavada en mí que hasta podía reflejarme. Con su hambrienta sonrisa babeaba mi cuello y se relamía sus finos labios mientras me aplastaba contra el suelo agarrándome por las muñecas. Forcejeé. Cuanto más me resistía más aumentaba su ambición.
-Hueles tan bien...Y eres tooooda para mí...-rió maquiavelicamente y lamió mi cuello. Intenté luchar con todas mis fuerzas: pataleé, intenté clavarle las uñas, morderle, escupirle... Sin embargo todo resultó inútil. Comencé a llorar de impotencia mientras él parecía disfrutar del olor de mi cuerpo. De repente noté como sus manos soltaron mis muñecas y se elevaba en el aire para ser lanzado hacia el fondo del pasillo. Gemí. Aproveché la situación y me levanté. Entre la tenue luz que traspasaba el cristal de la ventana y los fuertes golpes que se escuchaban en el pasillo de mi casa alcancé a apreciar cómo alguien, a quien no conseguía distinguir, golpeaba con fuerza a mi atacante, lo magullaba y lo arrastraba por mi casa dejando un reguero de sangre a su paso. Abrí la ventana, salté a la calle y salí corriendo. Corrí como alma que lleva el diablo sin apenas distinguir hacia donde me dirigía. El viento me cortaba en la cara pero yo solo quería seguir corriendo. Después de correr durante un buen rato la carretera parecía igual a cada paso y yo me quedaba sin respiración. La garganta me ardía y me daba vueltas la cabeza. Alcancé a ver las luces de un coche y frené en seco. Fue tan repentina la parada que cuando quise darme cuenta había caído rendida en mitad de la calzada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu opinión es más importante que la de cualquiera de los personajes y, además, me ayuda a mejorar día a día.
Estaría muy agradecida si dejaras un comentario.
¡Quiero saber tu opinión!
:D