jueves, 23 de abril de 2015

Capítulo veinticuatro: dos docenas de secretos.

Al llegar a la mansión, todo se encontraba en perfecta calma. Al igual que en la anterior ocasión, los ventanales se encontraban cerrados y unas opacas cortinas limitaban, casi hasta la inhibición, la luz. El ambiente lúgubre de aquel lugar ahogaba las ilusiones en un mar en calma y sentías que mientras permanecieras allí, todos tus sueños se verían convertidos en cenizas.

Fiend me acompañó hasta su habitación. Por suerte, aquel rincón resultaba mucho más esperanzador y mundano. Dejó mis pertenencias sobre una cómoda, cerca de la puerta. Yo, una vez dentro, avancé tan solo dos pasos y esperé.
-Ponte cómoda.
-¿Me tengo que quedar aquí?
-Por el momento sí.-Se alejó lentamente a través de la puerta.-Vendré a visitarte y también Daeryn.
-¿Daeryn?-Enarqué una ceja.
-Así podrás conocerla. Fue ella quien te desvistió la última vez.
-Oh...-Así que realmente había respetado mi intimidad en todo momento...
-Pórtate bien.-Cerró la puerta tras él.
Recorrí la habitación lentamente, observando cada detalle con curiosidad. Me llamó especial atención un pequeño tocador colocado de espaldas al ventanal de la habitación. Tenía la forma habitual de un escritorio pero estaba hecho de madera policromada al blanco y al negro. Me senté en el taburete acolchado y observé mi reflejo en el espejo rajado. La grieta tenía la silueta de un relámpago. El efecto que producía sobre el reflejo se limitaba a partir por la mitad la escena. Así, revelaba una imagen aterradora para su espectador.
Mi vida se había convertido en una locura en los últimos meses. Casi tanto como aquel reflejo perturbado en el cristal. Suspiré.

El repiqueteo de unas uñas se escuchó al otro lado de la puerta. Permanecí quieta y callada. De nuevo, el repiqueteo volvió a advertirse. No me inmuté. Lentamente, el pomo de la puerta se ladeó y una mujer con el cabello rubio más claro que había visto nunca avanzó hasta el centro de la sala. Me dedicó una dulce sonrisa. Sus cálidos ojos esmeralda atraían mi mirada hacia ellos y sus tiernos gestos desmentían su realidad.
-¡Hola Alma!
Sonreí a duras penas.
-¿Cómo te encuentras?
-Aún tengo el susto en el cuerpo.
-Es normal.-Se acercó a mí y olfateó el aire. Yo hice una mueca de desconcierto.-Fiend lleva razón, no me extraña que te ataque cualquiera.
-¿Perdón?-Enarqué una ceja.
-No me malinterpretes, es solo que hueles bien...-hizo una pausa.-Mi hermano habla mucho de ti.
-¿De mí?
-Sí.-Caminó hacia la cama y se sentó.-Dice que tienes algo especial.-Palmeó la colcha, incitándome a sentarme.
-No se a qué te refieres.-acepté su oferta y me senté con ella.
-Verás, Alma.-hizo una pausa breve.-La gente suele huir de nosotros. Infundamos temor en mayor o menos medida. Siempre estamos solos...Pero tú,-me miró con los ojos vidriosos- tú estás tan calmada al lado de mi hermano que algunos estamos sorprendidos. Últimamente, aquí, todo el mundo habla de ti.
-¿Por qué de mí?-Daeryn me tomó de las manos.-Quiero decir, yo solo he tenido la suerte de que Fiend estuviera ahí para salvarme. Si después de eso le hubiera tenido miedo o hubiese sentido rechazo hacia él habría sido injusto, ¿no crees?
Ella sonrió con ternura.
-Estoy de acuerdo contigo.-Acarició mi mano derecha con la suya.-Aún así hay ciertos rumores, ¿sabes?
-¿Rumores? ¿Pensáis que Fiend y yo...?
Daeryn rió.
-No, no es eso.
-¿Entonces? Si hay alguna chica interesada en Fiend desde hace tiempo, puedes asegurarle que no soy ningún obstáculo.-Daeryn no soltaba mis manos y eso me hacía ponerme nerviosa.
-Eso sería decisión de Fiend, ¿no crees?-Asentí.-Déjame tocarte, me mantiene en calma.-Obedecí a regañadientes pues no me sentía cómoda.
-¿Hay algún problema por el hecho de que Fiend y yo seamos amigos?
-No exactamente. Verás, Alma. Hay una leyenda que todo vampiro alfabetizado conoce.
-¿Una leyenda?
-Sí. Existe un grimorio muy antiguo que narra la historia del origen de los vampiros.-se me erizó el vello de la piel al escuchar, de nuevo, la palabra vampiro.-En él, se dice que el vampirismo nació como una maldición.-se atusó el cabello.- Hubo una vez, un débil humano que, ansioso por conocer las artes más oscuras de este mundo, hizo un pacto de sangre con una bruja. Aquella bruja le obligaba a realizar tareas difíciles, cada día más complejas, sin otorgarle recompensa alguna a cambio. El joven humano aguantó durante muchos años e intentó imitar en soledad la magia de la bruja. Ella, a pesar de saber las intenciones del humano, se enamoró de él. Cada día que pasaba, ella le mandaba realizar misiones imposibles con la intención de retenerle para siempre. Aquella bruja era una buena persona, simplemente estaba enamorada. El humano, que lejos de haberse interesado un ápice en la bruja se había vuelto cada vez más poderoso, planeó durante la noche el asesinato de su maestra. Ella, que sabía con exactitud las intenciones de su amado, asumió su muerte, no sin antes castigar al muchacho que había condenado su vida. Aquella noche, ella conjuró las palabras más poderosas que jamás habría conseguido sin el amor que sentía por el débil humano. Pero justo antes de que pudiera terminar su hechizo, el muchacho entró y le clavó una estaca de madera en el corazón. Ella no se defendió, tan solo lo miraba carcajear, con sus característicos caninos largos y puntiagudos. Cuando supo que estaba a punto de partir, le dijo: "Purificar el interior de una bestia condenada solo es posible recuperando lo que esta maldición te arrebatará por siempre." Entonces, un destello blanquecino salió del interior del humano y se introdujo en el interior del moribundo cuerpo de la bruja, sus ojos se inyectaron en sangre, su piel se volvió pálida y fría y sus caninos crecieron de forma notable. Siguiendo sus instintos, el monstruo comenzó a beberse la sangre de su maestra pero al contacto de esta con sus labios, el cuerpo de la bruja comenzó a brillar, emitiendo un resplandor que cegó al humano. La silueta de la bruja desnuda, bañada por un blanco resplandor, emergió del cuerpo y se desintegró en pequeños luceros que se apagaron, todos excepto uno, que voló a través de la ventana. En la cabeza del monstruo sonaba una voz "¿Serás capaz de encontrar lo que una vez perdió tu locura? Y entonces, el monstruo, intentando encontrar aquello que había perdido, fue de pueblo en pueblo, desgarrando los cuellos de aquellas muchachas que le recordaban el rostro de quien le había condenado para siempre.
-¿Y cómo se supone que...Bueno, ya sabes, os convertís?-me mordí el labio inferior y ella miró al suelo.
-No se sabe a ciencia cierta pero la teoría más factible se basa en una evolución de ese gen maldecido. Es decir, se cree que aquel humano convertido tuvo hijos y, como su genética se encontraba bajo esa maldición, sus células se fueron adaptando al medio y, a través de la descendencia, los genes "vampíricos" han ido evolucionando de manera mucho más rápida que los genes humanos y por eso, hay muchas maneras.-Enarqué una ceja.-Yo, por ejemplo, lo heredé de nacimiento pero tenía miedo de ver morir a mis seres queridos y antes de que terminara su segundo año de carrera, convertí a mi hermano.
-¿Tu hermano?, ¿Fiend?
-Sí.-rió con nerviosismo.- Es triste. Me arrepiento mucho. Yo le arrastré hasta esta vida de dolor y sufrimiento, aún así, no parece guardarme rencor.
-No se qué decir.
-No digas nada, me apetecía contártelo, sin más.-sonrió con tristeza y soltó mis manos, apoyando las suyas sobre su regazo.- Con esto quería decir que, es muy posible que exista una cura.
-¿Una cura?
-Sí. Una especie de antídoto que elimine esa intoxicación de las células y las devuelva a su estado limpio y humano.
-Yo pensaba que los vampiros permanecerían como vampiros para siempre.
-Yo también lo creía. Pero en la historia la bruja menciona cómo purificar a ese ser condenado y, aunque no deja de ser una simple leyenda, es posible que hayamos tenido la solución frente a nosotros y no hayamos sido capaces de verla.-Sus ojos se llenaron de esperanza durante unos segundos, después suspiró.- ¿Quieres ayudarme? ¿Quieres ayudar a Fiend?
-Sí, claro que quiero ayudaros. Haré lo que esté en mi mano.- esta vez fui yo quien cogió sus manos y las levanto a la altura del pecho, en un intento de animarla.
-¿Pensarás sobre la historia? ¿Pensarás qué puede ser aquello que perdimos y cómo podemos recuperarlo?
-Cuenta con ello. Yo no se mucho de biología pero haré todo lo que pueda.
-Muchas gracias, Alma.- se deshizo fácilmente de mis manos y se abalanzó sobre mí en un abrazo.-Quizá deberías conocer a nuestra madre.
-¿Vuestra madre también...?
-¡No, no!- dejó de abrazarme.- Ella es la que nos fue reuniendo, la primera de todos los que conocemos que es así.
Con un ágil y casi insonoro movimiento, Fiend abrió la puerta y entró decidido e irritado hacia Daeryn.
-Creo que es suficiente.-Fiend la agarró del brazo.
-Pero...
-Basta.-se lo soltó con delicadeza.
-Está bien.- agachó la cabeza y después me dedicó una mirada llena de complicidad.- He de marcharme, espero verte de nuevo por aquí.-Se levantó con extrema gracilidad y se alejó olfateando el aire.
-¿Qué ha pasado?-pregunté preocupada.
-No hagas caso de lo que te diga.
-¿Por qué? Me ha contado cosas interesantes.- le miré con una sonrisa y Fiend se sentó donde anteriormente lo había hecho su hermana.
-Si le haces caso solo conseguirás ponerte en peligro. Y no es responsabilidad mía pero me vas a obligar a tener que salvarte más veces.
-A lo mejor quiero ponerme en peligro y que no vengas a rescatarme.-sentí como el filo de mis palabras atravesaba su corazón y me arrepentí de lo que había dicho.
-En ese caso eres libre de irte de aquí cuando quieras.-Se llevó la palma de la mano a la frente, levantándose ligeramente el flequillo.
-A lo mejor quiero que seas tú quien me ponga en peligro.-le miré con firmeza y él, a través de sus dedos, me dirigió una mirada indecisa.
-No sabes lo que dices.-relajó los hombros y apoyó sus manos sobre la colcha de la cama, paralelas a él.
-O sí.- subí las piernas a la cama y gateé hasta colocarme detrás suya.
-¿Qué haces?-intentó girar la cabeza pero no le dejé.
-A mi también me gusta tu olor.-exhalé el aroma de su cuello y le abracé desde detrás, dejando caer mis brazos por sus clavículas. Después jugué con mi nariz en su oreja.
-¿Qué ideas te ha metido mi hermana en la cabeza?
-Ninguna. Solo quiero estar contigo. -le besé detrás de la oreja y él, después, se tendió sobre mi hombro.
-Yo no voy a ser tu brujo.-Acto seguido se deshizo de mis brazos en un segundo, se levantó y se fue. Dejándome allí, sola, en la inmensidad de su cama, sintiéndome como una completa estúpida.


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